Niños: educar en inteligencia emocional

La inteligencia emocional se define como la habilidad para gestionar las emociones de la manera más óptima posible. Así, educar a los niños en inteligencia emocional contribuye a que sean capaces de detectar y gestionar sus sentimientos para expresarlos de manera efectiva.

El psicólogo Daniel Goleman fue el primero en popularizar a nivel mundial el término «inteligencia emocional» y enseñó a las personas a descubrir sus propias emociones y las de los demás. Durante muchos años, la educación se ocupaba casi en exclusiva del cultivo de la razón, y se descuidó la importancia de los sentimientos, de los valores…

Goleman puso en evidencia este error e insistió en la necesidad de desarrollar en el individuo la inteligencia emocional, definida por él mismo como capacidad de reconocer sentimientos propios y ajenos, de motivarnos y gestionar de forma positiva nuestras emociones.

Detectar qué es lo que sentimos es el primer paso para aprender a gestionarlo y comunicarnos de manera efectiva con nuestro entorno, luego la inteligencia emocional es una habilidad que puede entrenarse y no solo un rasgo de personalidad.

emociones

¿Sabemos reconocer la inteligencia emocional?

Pese a que la inteligencia emocional tiene su base física en la parte del tronco encefálico, esta capacidad se rige por cinco características fundamentales:

1. Descubrir los sentimientos propios y ajenos.
2. Reconocerlos como parte nuestra y de los demás.
3. Gestionarlos de forma efectiva.
4. Desarrollar, con ellos, una motivación personal propia.
5. Usarlos para gestionar las relaciones personales con los demás.

Por descontado, disponer de una alta inteligencia emocional conlleva una serie de beneficios como empatía, creatividad, capacidad de comunicación, asertividad, tolerancia a la frustración y habilidad para resolver conflictos y encontrar siempre una solución a los problemas; características que hacen del individuo una persona emocionalmente saludable. Por este motivo, este tipo de inteligencia ha sido sujeto de numerosos estudios en el campo de la psicología y, más concretamente, en el campo de la psicología infantil, en el que ya es habitual encontrar técnicas y estrategias que contribuyen a educar al niño en inteligencia emocional.

Aplicando la inteligencia emocional infantil

Los sentimientos son un conjunto de señales que indican cómo se encuentra un niño, qué es lo que le motiva o, por el contrario, lo que puede dificultar su crecimiento personal. Educar la inteligencia emocional de los niños es un aspecto fundamental, a tener muy en cuenta, dentro del ámbito educacional. Pero ¿saben todos los educadores aplicar la inteligencia emocional con sus alumnos?

inteligencia emocional
Mediante la inteligencia emocional, el niño aprende a detectar sus emociones y las de su entorno, y a gestionar aquellas que no le hacen feliz.

Para la aplicación eficaz de técnicas de educación emocional deben tenerse en cuenta varios factores:

Autoconciencia y autogestión: enseñar al niño que tiene emociones y puede controlarlas.
– Empatía: hacerle comprender que los demás también sienten igual que él.
– Desestigmatización: normalizar en el niño emociones como el miedo o la frustración.
– Habilidades sociales: conseguir que su educación siga una línea hacia la adaptación socioemocional.

Actividades para la gestión de las emociones en el niño

La educación basada en el desarrollo y entrenamiento de la inteligencia emocional es realmente útil para prevenir conflictos interpersonales, desarrollar la tolerancia, mejorar la motivación en la escuela y reconducir conductas adictivas. Cada vez son más los colegios que incorporan, dentro de su rutina educativa diaria, actividades orientadas al desarrollo de la inteligencia emocional infantil.

Algunas de las técnicas más utilizadas son:

Relajación. Respirar profundamente ayuda a los niños a controlar la agresividad y reducir el estrés.

Musicoterapia. A través de la música, enseñamos a los alumnos a expresar sus emociones. La música es un vehículo muy efectivo en niños que tienen dificultades para la expresión verbal, ya que les ayuda en el desarrollo de su expresión corporal.

Interpretación. A través del juego, los niños interpretan diferentes roles y trabajan la empatía al ponerse en lugar de otras personas.

Reuniones participativas. Mediante una asamblea, los niños pueden decidir cómo solucionar alguna incidencia ocurrida en clase, como una discusión entre algunos de sus compañeros. La implementación de este tipo de actividades ayuda a los niños a observar, a tomar sus propias decisiones y expresarlas con asertividad.

Lectura de cuentos: participar de la lectura de un cuento en clase consigue que los pequeños experimenten todo tipo de emociones y puedan expresarlas en un debate posterior. Cada niño explica cómo se siente y cómo cree que puede sentirse el protagonista del cuento. De esta manera, el niño utiliza la empatía al identificarse con los personajes y aprende a expresar sin miedo sus propias emociones.

abrazo
El conocimiento nos forma, la sabiduría nos transforma. La inteligencia emocional marca la diferencia entre conocimiento y sabiduría al hacernos conocedores de nuestra propia naturaleza.

Las personas no podemos desvincularnos de nuestras emociones y, de forma consciente o inconsciente, nuestros sentimientos dirigen nuestras acciones. Entrenar la capacidad de gestión emocional del niño a través del juego, de la risa, de la meditación o relajación; estimular su imaginación y capacidad asombro; fomentar la contemplación sin más motivo que vivir el momento; respetar los tiempos de cada niño; educar en libertad y añadir nuevas experiencias que generen confianza, pasión, entusiasmo… ¿Crees que podría contribuir a que las próximas generaciones lleguen a disfrutar de una vida plena, más solidaria y feliz?

Personalmente, estoy convencida de que así es.

Amelia Cobos
Autora de Todo está en Nada

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *