Como goma de mascar

Microrrelato, Microcuento, Amelia Cobos
Foto: Google images.

Se dijeron adiós y comenzaron a distanciarse de forma lenta, caminando hacia atrás, evitando darse la espalda para continuar mirándose a los ojos. Sus corazones permanecían abrazados, enredados entre sí, asidos con fuerza el uno al otro; estirándose y deformándose como goma de mascar, a cada paso que los separaba. Sabían que debían soltar, pero ninguno de ellos se atrevía. Quien lo hiciera primero sufriría, no solo el dolor de la separación, sino el previsible impacto que produce una goma que se suelta tras haber estirado demasiado.

Lo único que se les ocurrió hacer fue rendirse, elevar sus pies y ceder a la inercia de ambos corazones. Y entonces comprobaron que todo lo que habían estirado, forzado y dado de sí sus maltrechas entrañas; que todo el esfuerzo empleado en distanciarse se multiplicaba ahora para volverlos a unir de forma descontrolada. Conforme avanzaban, rasgando el aire, se vieron reflejados de nuevo el uno en los ojos de la otra y a la inversa.

Acabaron estrellándose, magullados, rodando exhaustos por el suelo. Aquella colisión frontal intercambió a perpetuidad sus corazones, que permanecieron recíprocamente instalados el de él en el pecho de ella y viceversa. Con ello consiguieron separarse de forma física, mas comprendieron que, por más que el tiempo y la distancia acaben desvaneciendo los recuerdos como las lágrimas los textos, ambos serían para siempre del otro, tanto como de sí mismos.

Amelia Cobos
Autora de Todo está en Nada

 

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